ME VACÍO DE TODOS Y ME LLENO DE MÍ.



ME VACÍO DE TODOS Y ME LLENO DE MÍ. 

Por Marcela Sidgman

Este hermoso mantra, con el que titulo mi columna, es un regalo que unos angelitos me hicieron al oído, en una meditación, y hoy tengo el agrado de enseñárselo a mis sanactivos en mi consulta. 

Como he comentado anteriormente, hace un tiempo atrás comencé a estudiarme a través de la numerología tántrica y varias otras terapias, que considero fundamentales para el crecimiento personal. Entre muchas reflexiones, pude comprender que mi sol en Acuario en mi carta astral y mi número 2 en la personalidad (numerología), me llevan a ser idealista en mis distintas facetas, lo cual resulta ser una moneda con dos caras: por un lado, me apasiono con mis ideales y el camino que escojo para lograr mis metas. Me gusta ver hasta dónde me lleva mi fortaleza, sentir la libertad de volar. Y por el otro, idealizo experiencias, personas, situaciones, estereotipos, arquetipos, etc… Convirtiéndome en una vasija llena de expectativas y frustraciones. 

¿Por qué frustraciones? porque es muy difícil que una persona cumpla las expectativas de otra. Sus realidades, miradas, valores, conocimientos, en fin, son diferentes. Termina siendo una lucha interna que no dirige a ninguna parte, es simplemente un camino perdido, una mentira dentro de mi propia realidad o de mi creación de mí. 

En este nuevo camino de consciencia, una de las cosas que más me dolió, fue ver que estaba viviendo bajo el cumplimiento de expectativas de otros y no personales. Ojo: las personales aún no las tenía, no sabía qué quería. Los roles que he ejercido durante mi vida venían con ciertas obligaciones que debía cumplir para sentirme integrada; la sociedad creó un acuerdo tácito de expectativas para cada uno y esa es la imagen con la que nos enfrentamos los que queremos conocernos, llenarnos de nosotros y fluir con nuestra esencia.

Fue así como, poco a poco, comencé a dejar de cuestionar a mi propia madre, porque entendí por primera vez que tenía dos imágenes de ella: por un lado, el estereotipo que la sociedad implantó en mis creencias, retrato lleno de expectativas, y por el otro, la imagen de lo que realmente es mi mamá. Al ver ambos lados, comprendí que llevaba una parte importante de mi vida adjudicándole mis fracasos a ella, porque en mi dualidad, ella no cumplía las expectativas de mis creencias. Al verlo, comencé a valorar que ella es quien me dio la vida, la que me ayudó en mi propósito de existir. Finalmente entendí que ella es la que es, y yo soy la que soy. 

Así como solté el estereotipo de madre, hice un trabajo personal para dejar ir también la idea de cumplir las expectativas que mi madre tiene de mí o lo que yo creía que ella esperaba, también las que socialmente están dentro de mi rol como mamá, y las que yo creé de mis propios hijos, para dejarlos volar libremente. 

Me permití crear mis propias expectativas personales de mí, conociéndome, validándome, siendo cada vez más consciente de mí y de los que me rodean. Decidí dejar de ser lo que los demás quieren que yo sea, o lo que yo creía que querían, y desde esta nueva perspectiva comenzar a ser yo, con mi esencia y me miré con amor, comprendiendo que soy un ser espiritual, además de un ser humano. Acepté que basta con mi aprobación, sin necesitar la de los demás, vaciándome de todos y llenándome de mí.

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