EL ORIGEN



EL ORIGEN

Por Gonzalo Ferrada

Cursaba yo mi segundo semestre de ingeniería y hasta ese minuto tenía la sana costumbre de ir a la Universidad en locomoción colectiva, desde La Reina hasta San Carlos de Apoquindo. Había sólo una micro que me servía desde mi casa, era una micro de las amarilla, la 670. Esta famosa micro venía desde Puente Alto y llegaba hasta el estadio de la UC. Para los que son de Santiago, sabrán que ese es un gran pique, sobre todo porque esa micro no andaba en línea recta, se daba muchas vueltas y pasaba por La Florida, Macul y Ñuñoa antes de llegar al paradero donde yo la tomaba. En ese tiempo y por ser tan temprano, las micros venían llenas y no paraban, por lo que yo tenía que estar tomando la micro antes de las 7:00 am para evitar ese problema y poder llegar a mi primera clase, a las 8:30am.

¿Pero y cuando no paraba a las siete de la mañana? Era un día miércoles y yo tenía una muy importante prueba de cálculo, ramo “colador” de la carrera. Tenía que presentarme a primera hora de la mañana. Ese día la famosa micro no me paró. Muerte y desolación. Podía esperar otra micro con el riesgo de que viniera más llena. Podía tomar un taxi y decirle: siga a esa micro (sueño del pibe). O podía ponerme en posición fetal y llorar hasta que alguien se le ocurriera llevarme a clases. ¿Hice alguna de esas cosas? No. Sólo entré en shock y caminé a la casa mis papás.

Lo choro de todo esto, fue que no contaba con algo. Cuando llegué pateando la perra, la vi. Ahí estaba. Ya no habría muerte ni desolación. Era una Trek 820, del año 2002, verde con gris, de acero y cuadro 17” (un cuadro muy chico para alguien como yo, que mide casi 2 metros); tenía las ruedas con poco aire, estaba algo oxidada y no tenía ningún tipo de accesorio para amarrarla, pero estaba ahí y quería llevarme a dar la prueba. Me subí, no pedaleaba hace años, pero aún así partí. Me fui en bicicleta hasta San Carlos de Apoquindo, un cerro. Desde Ñuñoa. Después de años sin pedalear. Sin desayuno. Contra el tiempo.

¿Para qué les voy a describir cómo llegué? Demoré 1 hora y 30 minutos. Como no tenía con qué amarrar la bici, subí con ella 4 pisos y la dejé en la puerta de la sala. Al profe le di lástima (y un poco de asco), al verme todo sopeado y colorado, así que me dejó entrar a dar la prueba a pesar de mi atraso. 

Ese día caché que se podía, que no tenía que depender de la micro. Que yo era el único protagonista en esta travesía matutina que llaman “taco”. Que autos, furgones escolares y micros no tenían que afectarme. Que no necesitaba pase escolar para viajar por pocas lucas. Que la bici era una gran compañera.

Como les dije, al principio me demoraba 1 hora y media, bajé mi tiempo a 40 minutos y cada día llegaba menos sopeado. Todo un logro. De eso han pasado casi 14 años y sin lugar a duda, le agradezco a ese micrero por no pararme. Sin su displicencia laboral yo nunca me habría convertido en el pedalero/coleccionista de bicis que soy ahora. Probablemente él nunca lo sepa, pero le debo mucho, a nivel mental, espiritual y físico. Muchas gracias, don micrero de la 670.

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