SOS



SOS

Por Mónica Lowick-Russell.

40 personas vendadas tomadas de una cuerda., avanzando una tras de otra. El objetivo: Lograr salir del laberinto. La instrucción: 1. Al llegar a ciertos puntos a lo largo de la cuerda, se puede hacer una pregunta. 2. En cualquier momento del juego puedes levantar la mano y pedir ayuda. Tú ¿qué harías?

A una semana de nacido mi hijo, yo sentía que había vivido una experiencia muy intensa, con sentimientos emocionales y físicos abrumadores, y que el mundo esperaba que yo siguiera la vida así como así, como si nada. Yo quería hablar sobre lo que había vivido, quería conectar con otros que hubieran pasado por eso, quería saber que no era la única. Quería abrazar a todas las mamás y decirles lo mucho que las admiraba y el nuevo respeto que sentía por ellas. Quería abrazos, frotes en la espalda, miradas cariñosas. Quería comunidad. Pero todos estaban muy ocupados corriendo por la vida. 

Como no encontré lo que sentía que necesitaba, me propuse ser yo quien se lo entregara a las mamás que vinieran después de mí. Reconocerles las gran hazaña de parir y de sobrellevar esos primeros meses de dolor físico, cansancio supremo, confusión y amor infinito. Ofrecer mi compañía, consejos, ayuda. Con pequeños gestos ir abriendo la puerta a un espacio de confianza y libertad de expresión. Pero nuevamente, a pesar de haberlo intentando, no encontré la oportunidad. 
Creo que hay 3 razones principales que explican este fenómeno de la “no comunidad”.

Primero, no sabemos pedir ayuda, ni aceptarla cuando nos la ofrecen. A la mayoría de las personas nos cuesta incluso decir “necesito tu ayuda”. Por no querer molestar, por no incomodar y/o por no querer mostrar nuestras debilidades. Incluso cuando nos ofrecen ayuda, la respuesta automática es “muchas gracias, no te preocupes”, quizás por la duda a si realmente tal o cual ofrecimiento haya sido sincero. La verdad es que probablemente no todos lo sean, pero algunos sí, y si siempre rechazamos educadamente la ayuda ofrecida, desperdiciamos la oportunidad de conectarnos íntimamente con otro, por miedo.

Segundo, hemos satanizado tanto los consejos y enaltecido la “vida privada”, que tenemos muros más arriba de nuestras cabezas, para que nadie se atreva a opinar de lo que hacemos o pensamos, porque “es una falta de respeto”. Pero, de paso, matamos cualquier posibilidad de hacer comunidad. Porque en comunidad se habla, se opina, se aconseja, se analiza, se concluye. Es la única forma de realmente conocernos mutuamente. Mientras sea con amor, libre de juicios y con el genuino deseo de aportar, todos necesitamos que nos muestren nuevos caminos, incluso una nueva forma de cambiar el pañal que puede facilitarnos la vida. Abrámonos a escuchar, con humildad y gratitud.

Y finalmente, que el parto y la primera etapa del postparto son momentos íntimos y transformadores. A nivel físico, hormonal y emocional la energía es muy fuerte, y cada mujer lo vive diferente. Yo necesité hablar a la semana, otra mujer lo hará al mes, otra al año, algunas nunca. Cada una tendrá su tiempo y es importante respetarlo. Mientras tanto, nunca estará de más un llamado cariñoso, un regalo, un mensaje de ánimo, un ofrecimiento sincero. 

¿En qué terminó el juego del laberinto? Después de 45 minutos bajo el sol, el último salió del laberinto ¿Cómo? Sólo tenía que levantar su mano y pedir ayuda.

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