LA SAGRADA FAMILIA



LA SAGRADA FAMILIA

Por Marcela Sidgman

Como la Biblia nos cuenta, cuando el arcángel Gabriel le dijo a María que Jesús iba a llegar, que era el hijo de Dios y que ella lo traería al mundo encarnado como su hijo, ella fue muy humilde y amable, de inmediato lo aceptó, sin importar las adversidades que en el futuro tuviese que atravesar. 

Pero en esta historia, hay un personaje del cual poco se comenta, que fue clave para la forma en que se dieron los hechos: José, el padre terrenal de Jesús.

José no se cuestionó si la visión de María fue real o no, tomó a su hijo como propio, le dio nombre y apellido, y desde ese momento, se la jugó por la vida de ese niño, como si fuera su propia vida. Se entregó por completo, por amor a esa mujer y a su hijo. Lo crió y le dio su misma profesión, acompañándolo a convertirse en “Jesús el Carpintero, el hombre verdadero” (como la canción de Eduardo Gatti). Sintió orgullo de cada paso que su hijo dio, y lo amó profundamente como parte de él.

Ellos tres dieron nombre a la Sagrada Familia, porque si bien se formaron de una manera poco convencional para nosotros, lograron amarse, integrarse, valorarse, validarse y acompañarse en todos los desafíos que juntos decidieron enfrentar, siempre conteniéndose, respetándose, apoyándose y mirándose con amor. Eso es la Sagrada Familia, sin importar de dónde vengo, me incluyo en mi clan y los tomo como propios, formando desde “los tuyos y los míos”, un los nuestros.

Hay muchos “Josés” en el mundo, personas bondadosas y nobles que les toca compartir su vida junto a una pareja que ya tiene su descendencia, y se integran con amor en este sistema familiar ya creado, siempre con ganas de incluirse a él y a su gente. En tu familia, sin importar cómo la estés formando, sé como el Maestro José, ámalos con intensidad, defiéndelos, protégelos, intégralos, respétalos y acompáñalos toda sus vidas, tienes la energía para hacerlo y serás bendecido/a si así lo decides, sólo debes abrir tu corazón e incluirte con amor. Al final de tu camino, mirarás hacia atrás y sentirás orgullo de haber obrado bien con la familia que Dios te concedió.

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